Domingo de descanso sin lunes de labores. Temprano dije a JuanCarlitos: quiero preparar un asado; uno bueno, con asado de tira y otros cortes, pero quiero que estés conmigo en todo momento, que me ayudes a preparar el fuego, la ensalada, y luego, a poner la carne y salarla juntos. Me dijo sonriente: de acuerdo; lo hacemos.
El domingo es espléndido. Hace calor, pero no tanto, y hoy juega México contra Brasil la final del mundial de fútbol sub 17. Un día espectacular para un momento que nunca imaginé.
Comenzó el partido y yo, a la distancia, escuchaba mientras él desahogaba algún grito. El fuego se avivaba con los rezos para evitar el gol brasilero. Un tequila “Alacrán” se desparramó en la copa tequilera. Así se nos fueron los minutos del preparativo. El partido se terminó en el primer tiempo y mi confianza en la victoria creció.
El olor de la carne, el humo, los gritos, las imágenes, todo se mezcló. Lo más didácticamente que pude expliqué a Juan Carlos, señalando cada actividad, cada color del fuego o la carne. Así se nos fueron los minutos y el fútbol nos regaló el grito anhelado, el gol mexicano que canté antes de ver la pelota moviendo las redes.
Luego, ya con los cortes jugosos en la boca lo indeseable se presentó, y el árbitro hijodeputa silbó un penal que pudo no ser. El porterito mexicano casi ataja. El gol precipitó el inesperado final. México perdió en tiempo extra. Juancito y yo cantamos una pequeña victoria.