Ayer fue el último día de labores en la Universidad. Hoy cambió la rutina. Se desactivó el despertador y el tiempo vital marcará el ritmo de las próximas semanas, no el reloj. El cambio es sutil, pero radical. No todo es libertad, ni dejar hacer o pasar. Los compromisos no tienen vacaciones. Un libro debe ser entregado en su primera versión en 48 horas; dos conferencias en San Luis Potosí no se prepararán solas, y los proyectos de escritura e investigación no pueden conservarse en el refrigerador.
Por un tiempo la cabeza estará libre de esas pequeñas ataduras que ciñen a un horario, a unos compromisos, a la burocracia, a unas clases.En otros tiempos estos días eran esperados con júbilo y un puñado de libros; ahora el júbilo aumenta, aunque las lecturas no serán lo central, sino divertimento.
Hay algo más: las vacaciones son una bendición, la recompensa al esfuerzo. Hoy son un premio que recibo con discreta alegría.