Estuve por la mañana en la oficina del rector de la Universidad de Colima. Como hemos hecho costumbre, en nuestros encuentros priman respeto, cordialidad y diálogo franco. Nos conocemos hace muchos años en la Universidad, pero la relación creció ocupando cargos homólogos en el rectorado anterior.
Poco antes de comenzar su rectoría, hablamos de planes y acuerdos sobre mi posición en la estructura universitaria. Decidí abandonar la carrera de funcionario, agradecí y pedí apoyo para realizar un par de estancias académicas en Argentina. Accedió, su gesto refrendó amistad y compromisos con la institución que nos alberga.
Hoy hablamos de la Facultad de Pedagogía y la celebración de sus 35 años, que comenzará la próxima semana. Luego, de las circunstancias que atraviesa la Universidad en el entorno político. Después le entregué el libro Colima: avances y retos. Educación, que coordiné para Fundación Cultural Puertabierta, y publicaron Puertabierta Editores y el Congreso del Estado. En su momento también lo presentaremos en la Universidad.
El encuentro fue grato y, por varias razones, necesario. A la salida tuve oportunidad de conversar con otros universitarios cercanos al rector. De uno de ellos conocí resultados de los esfuerzos que hace la Universidad frente al acoso y discriminación. Me mostraron datos. Aplaudí. Espero que la campaña que iniciaron en estos días por los campus logre la sensibilización suficiente para que hechos de esa calaña no ocurran, y cuando suceda, se castiguen con la justeza debida.