Desperté a las 4:15 de la mañana, intempestivamente, asustado por el movimiento. No sabía si temblaba o era un mal sueño en estas noches pandémicas que a veces se convierten en pesadillas. Con el corazón acelerado me paré a observar y en previsión de que siguiera temblando. No pude dormir más.
Al susto del despertar abrupto lo compensó la noticia de la nonagenaria que recibió la primera vacuna en Reino Unido. Algunos titulares hablaban de la primera mujer en el mundo. Ahí me confundí. Creía que habían sido los rusos los primeros en recibir la vacuna el fin de semana. Otros portales y medios precisaban: primera persona en Reino Unido. Por cierto, el segundo británico, de 81 años, se llama William Shakespeare. Leí hace un instante. Dejé el tema.
En el baño pensaba en las contrastantes realidades que vivimos: la pesadilla de COVID-19 que cambió nuestro mundo y la posibilidad de ser testigos, en tiempo real, de lo que sucede en cualquier parte del mundo, de lo bueno y de lo feo.
¡Y lo que nos falta!