Ayer por la tarde salí de Colima rumbo a la costa michoacana. Pasamos por Nuevo Coahuayana y ahí se inauguró el foro universitario pedagógico a que convocó la Universidad Pedagógica Nacional 162, con sede en Zamora. Acudieron estudiantes de distintas subsedes para compartir tres días de actividades; mujeres muy jovencitas, la gran mayoría.
Por la noche llegamos a San Juan de Alima, donde pernoctamos para comenzar la jornada con una sesión de yoga. Hace varias décadas que no estaba aquí. Noche ya y con el cansancio, evitaron alguna caminata por la playa o entre las calles empedradas del pueblo. Preferí encerrarme y afinar las notas últimas.
Mi conferencia pasó y volví al hotel para el desayuno. Comí y luego empecé el trabajo del fin de semana. Avancé, aunque al mediodía el calor tropical empezó a empapar mi ropa en el comedor multicolores. En poco tiempo volveré a Colima y di por cerrada la misión.
El 14 de febrero no es el día más feliz en mi vida, menos ahora, cuando avasalla el recuerdo de que en una fecha así, mis padres se casaron y diez meses después nací (pero mamá hoy no está), para caminar ya muchos años con alegría casi siempre, y mañanas tristes, como esta, porque anoche murió otro de mis antiguos compañeros de la carrera, en un nuevo recordatorio de los contrastes perennes de la vida y la necesidad de disfrutar cada mañana como si fuera la primera, y cada noche, como la última, parafraseando a Eduardo Galeano.
¡Felicidades a quienes tienen razones de sobra para festejar este día! A mí, a diferencia de la canción de Joaquín Sabina, hoy me faltan los motivos.
Rosario
Te abrazo con cariño amigo sigo sin motivos y muy triste , acabo de llegar a casa y solo quiero dormir, dormir y dormir