Estuve hoy en la Universidad. En días pasados recibimos la indicación de pasar a nuestros cubículos para verificar el estado de los equipos de cómputo y desconectarlos de corriente eléctrica y la red interna ante la temporada de lluvias, así como para verificar el cierre seguro de puertas. Es habitual la petición en estas fechas.
Es la segunda ocasión en que estoy ahí en estos meses de confinamiento y trabajo en casa. Llegué preocupado por el temor de haber olvidado la contraseña de mi computadora. Salí con nostalgia por los recuerdos que se me desbarrancaron durante la media hora que permanecí limpiando un poco, probando, conectando-desconectando y revisando lo que podría traer conmigo. Por suerte, solo hice dos intentos y al tercero acerté con la clave, así que no se me dificultó la encomienda.
Entre el ambiente desolado y descuidado, y la fealdad de las escuelas vacías, extrañé los años y los días que he vivido ahí.
Mañana es nuestro último día de labores y vienen dos semanas de vacaciones, que espero con una alegría extraña. ¡Vacaciones para estar en casa luego de cuatro meses sin salir de ella! Serán vacaciones para hacer a un lado los compromisos del trabajo universitario y dedicarse a otros. Las vacaciones más extrañas de mi vida.