Otra vez se rompió el récord de infecciones por día en México. En el mundo sucedió lo mismo, con infectados y fallecidos.
Si la nueva ola está resultando más fatídica que la primera, lo que viene en enero puede ser peor. En Colima la gente parece respirar con calma, pues ven cierto control de los números oficiales, pero es engañoso. Los hoteleros de Manzanillo sonríen porque se incrementa la ocupación, así, garantizan que en semanas aumente la ocupación en hospitales y funerarias.
En Colima fuimos en la cola siempre, en infectados y fallecidos; en algunas semanas subiremos de nueva cuenta y, si se repiten patrones, el sistema sanitario colapsará.
Cuando más determinación de las partes se necesita, los mensajes oficiales siguen contradictorios, como el dislate del doctor López-Gatell, desdeñando el semáforo epidemiológico para aplicarlo en Ciudad de México.
Las variables se mantienen, por eso los resultados: irresponsabilidad ciudadana y torpeza gubernamental. La pandemia de la muerte cabalga más viva que nunca. Ella sí puede decir, si fuera político: vamos muy bien.