Escuché el mensaje de una de las madres y luego leí las notas periodísticas sobre la entrega del Premio Estatal de Derechos Humanos a la organización Red de Desaparecidos en Colima, A. C.
Me llamó la atención, anecdótico nada más, que la mayoría de las premiadas son mujeres. La intervención de una de ellas en la ceremonia es conmovedora: no queremos medallas, queremos a nuestros hijos.
No quise imaginar, ni un poquito, el enorme dolor y vacío que las acompaña cada día, en que siguen su lucha buscando y buscando.
El premio es incuestionable, pero ¿quién quiere un premio así? ¿Quién disfruta un premio en esas circunstancias?
Junto al dolor de las madres, es inevitable poner al ladito, pegadito, el reclamo enérgico a quienes debiendo cuidar, no lo pudieron hacer. Y cuando ocurrieron las desapariciones, fueron ineptos en la tarea de hacerlos aparecer.
Es un “premio” a ellas y un reclamo indignado al gobierno, a los gobiernos.