Para diciembre mi agenda marcaba cuatro grandes compromisos de escritura. Hoy cumplí el tercero y enfilo hacia el último, primero en concepción, porque me lo propuse desde comienzos de 2019: el libro que reúne la investigación realizada en seis escuelas de Colima; tres en Cuauhtémoc, dos en Comala y una en Coquimatlán. En principio tenía un número mayor, pero en marzo debí posponerlo y poco después cerrarlo ante la imposibilidad de seguir el trabajo de campo. A ese cometido dedicaré la mayor parte de mis horas en los siguientes días.
Hoy entregué el prólogo que me solicitaron hace un mes y medio para un libro muy especial. Una experiencia emotiva y única. Este es el tercer o cuarto prólogo que me piden y como en cada ocasión, dediqué el mejor esfuerzo para que mis palabras estén a la altura de la confianza y del texto prologado.
El libro que ahora comento está escrito en español y traducido al náhuatl. No doy más datos, para que sea una sorpresa muy agradable.
Estoy seguro que, cuando salga, será bien recibido por la hechura y la profunda sencillez de sus palabras poéticas, producto de un trabajo extraordinario hecho por los autores con niñas y niños jornaleros agrícolas migrantes que llegaron a Colima para laborar en las zafras del azúcar.
Casi siempre las invitaciones honran, pero hay unas que, además, me hacen volver la cara para agradecer el privilegio. Este es el caso.