Hoy tenía que enviar mi opinión radiofónica quincenal. Es la octava. Hace dos meses estoy al aire. A diferencia de los ocasiones previas, ahora no tenía ni avances ni idea. El fin de semana lo pasé integrando los capítulos de un nuevo libro y el agotamiento me venció pronto. Este lunes desperté temprano para concluir mi compromiso y, por suerte, la madrugada me regaló las líneas iniciales. Lo demás fluyó relativamente fácil. El resultado ya lo juzgarán los escuchas o sus lectores mañana.
Reconfirmé que me gusta tener un espacio en radio y por eso vale la pena el esfuerzo de intentarlo, a pesar del cansancio. El reto desamodorra, expulsa de la conformidad y viene bien.
Escribir para radio es un ejercicio distinto a hacerlo para un periódico o portal informativo. Las palabras tienen sonoridades distintas, se engarzan diferente si las pronunciaré o el lector se las verá con ellas en silencio. Tengo la impresión de que no hay muchos escuchas, pero con absoluta sinceridad ya me importa poco.
Hay un momento donde la escritura es un ejercicio para salvarse a sí mismo. Como hoy.