Cien días de después de comenzar el largo confinamiento no abrí la computadora para trabajar, ni leí para tomar notas y agregar líneas a alguna de mis tareas pendientes. Hoy fue un día de descanso absoluto.
Ayer cerré un proyecto que me absorbió varias semanas y decidí que hoy no habría actividades. Cumplí hasta aquí; mañana creo que la vuelta es inminente.
Hoy leí, como todos los días, pero por placer. Comencé con Victoria, la novela de Joseph Conrad y luego las páginas penúltimas de De animales a dioses, de Yuval Noah Harari.
No fue el día más placentero. Uno al mes debo dedicarme a cumplir trámites en bancos u otras oficinas. Me tocó en el ayuntamiento de la ciudad y luego el periplo por dos bancos. Por fortuna no hubo mucha gente y pude volver pronto al encierro.
Seguiré con la jornada de autoconfinamiento sólo un poco. No hacer nada es más difícil de lo que parece.