Mis expectativas por el debate de candidatas y candidatos al gobierno estatal son pocas. DifÃcilmente aparecerán en la sesión vespertina dentro del campus universitario ideas o propuestas no pronunciadas hasta hoy. Al juzgar con la historia reciente y algunas razones, no espero algo distinto.
Durante la campaña las probabilidades de ser gobernador crecieron y disminuyeron en la medida esperada, creo. Unas compiten en serio, otras buscarán un resultado que posicione en sitio decoroso a sus partidos, para negociar espacios y recursos.
Quienes fincaron su campaña en desmarcarse de los polÃticos tradicionales o disparar a la cabeza de sus contrincantes seguirán en la tónica, con mayor virulencia, probablemente. En temas de seguridad y economÃa se concentrarán los discursos; supongo.
En educación quisiera escuchar ideas o propuestas, que es distinto a discursos huecos u ocurrencias. En un proceso electoral asÃ, con programas polÃticos dispares, se vuelve más imperativa la premisa de la pedagogÃa inspirada en Paulo Freire: la crÃtica y la propuesta. Es decir, la exposición de las zonas crÃticas del sistema escolar, claras y con evidencias, para luego mostrar el proyecto (esbozo, por lo menos) y sus lÃneas generales.
Es un exceso, lo admito, pero serÃa fantástico que la mirada de las candidatas y candidatos fuera más allá de los seis años de su hipotético gobierno. Que plantearan un escenario a 20 años, por ejemplo, y compartieran los proyectos que sentarán las bases de su visión. SÃ, es inusual, pero necesario para dar un salto al desarrollo precario que conocemos.
A cambio de las pocas expectativas tengo la ilusión, perdonen la inocencia, de que veamos un intercambio inteligente, repleto de argumentos, cargado de propuestas basadas en diagnósticos y no en ocurrencias o copias baratas. Un debate democrático y no un concurso de rijosos.
Espero, en fin, que la distancia entre expectativa y realidad no sea insalvable. Lo que está de por medio no es un debate o la elección, sino el presente y el futuro de Colima.
