Esta mañana pasé por el campus Villa de Álvarez de la Universidad. Fui a mi facultad para entregar la carta de aprobación de una tesis. Viaje rápido. Ya de vuelta al estacionamiento escuché un grito y giré la espalda pensando que era a mí. En efecto, me alcanzó un colega y luego dos compañeras suyas: son parte de la planilla “Oportunidad de cambio”, que disputa la dirigencia del sindicato de trabajadores universitarios. Me saludaron, contaron sus intenciones y enfatizaron que el voto será libre, personal, directo y secreto el 3 de junio. Me dejaron una tarjeta y nos despedimos. Les deseé suerte en el ejercicio inédito a que asistiremos, para elegir, por primera vez, a nuestros dirigentes sindicales. En verdad espero que así sea, que los elijamos de manera libre, personal, directa, secreta y, agregaría, razonada, con la responsabilidad que implica el acto de elegir.
La democracia sindical fue parte de mi incipiente entrenamiento político en la materia, pues en mi pueblo, los dirigentes del sindicato de obreros azucareros eran (supongo que todavía) electos en asambleas abiertas, a grito pelado, cantando cada obrero el sentido de su voto. Esa fue la primera forma de ejercicio democrático que viví.
Que los universitarios elijamos después de campañas informativas me parece un gesto saludable de la democracia que debemos arraigar, pues contribuimos a la formación de ciudadanos para sociedades políticamente más avanzadas que la nuestra.
¡Bienvenida esa democracia al sindicalismo universitario! Cuidarla es responsabilidad colectiva.