Las maltrechas finanzas estatales amenazan a la Universidad de Colima.
El adeudo por 236 millones de pesos que ayer denunció el rector es otro de los saldos negativos del gobernador Peralta. Coloca a nuestra institución en una situación frágil para cumplir los compromisos quincenales con más de cuatro mil trabajadores, y podría afectar el funcionamiento de la educación que se brinda a más de 25 mil estudiantes.
Los adeudos y retrasos en el pago del presupuesto estatal a la Universidad se volvieron comunes en los sexenios recientes. Me consta: Carlos Salazar y Miguel Ángel Aguayo, en su momento, tuvieron que alzar la voz para exigir el pago de los compromisos pactados. Toca el turno a Christian Torres. La comunidad universitaria se adhirió de inmediato ante una circunstancia de extrema gravedad por el desastre financiero que heredará el gobernador.
Lo vivido ahora no es nuevo, pero el escenario es distinto. La prudencia de la comunidad universitaria y el flujo constante del presupuesto federal estabilizaban las finanzas, aunque la situación está al límite, como explica el rector en el video difundido a través de Facebook y compartido masivamente.
Las universidades no viven un presente cómodo. Por un lado, la pandemia las desafía a reinventarse y exige estrategias renovadas en escenarios inéditos; por otro lado, la incomprensión gubernamental, incomprensible en sí misma, constriñe los horizontes que naturalmente deberían tener las universidades públicas como plataforma para la formación de jóvenes, el desarrollo de la investigación y la extensión de sus beneficios a la sociedad.
Las universidades representan la esperanza de millones de mexicanos, muchos de ellos, todavía primera generación en cursar estudios universitarios. No son, por lo tanto, entidades que tengan sentido en sí mismas, sino para contribuir al bien colectivo.
A las universidades, como a la educación en general, se les puede reconocer la valía en discursos encendidos o campañas políticas, pero la mejor prueba del valor para un gobierno son los programas y presupuestos que las financian.
No corren buenos tiempos para las universidades en México, lamentablemente. Pero sí es el momento para defender la nuestra y reclamar las condiciones que le permitan desempeñar sus funciones sustantivas.