Muy temprano Twitter nos recuerda que un 16 de noviembre nació José Saramago. Hoy cumpliría 94 años el hijo de María y José, campesinos pobres en Portugal.
Los recuerdos de mi relación libresca con el premio Nobel de Literatura 1998 se volvieron incontenibles, tanto, que llegarán a las páginas de algunos medios impresos y electrónicos.
La semana anterior, durante entrevista vía telefónica para una revista del Instituto Politécnico Nacional me preguntaron: ¿qué libro recomendaría? La interrogante me parece injusta. ¿Por qué tenemos que elegir un libro, o dos o tres? Cortés, contesté sin dudarlo: El evangelio según Jesucristo de José Saramago. Luego pedí permiso y agregué otros que también leo y releo.
Después de la entrevista, cuando examiné y revisé preguntas y respuestas, cavilé sobre la lista de libros favoritos. La conclusión es lapidaria: me parece injusta y ociosa la tarea de elegir entre tantos y tantos libros como disfruté, en distintas épocas y circunstancias de la vida. Obligado, estoy seguro que entre los libros más queridos escogería por lo menos uno de Saramago.
Al escritor que vivió sus últimos años en la isla española de Lanzarote, en la pequeña ciudad de Tías, llegué por razones olvidadas. Fue El Evangelio… el primero de sus libros que pasó por mis manos una Semana Santa en popular playa colimense, rodeado de buenos amigos. Después se me volvió costumbre durante otros años releerlo justo en esa época, en la playa o en casa. A ese vinieron uno tras otro todos los textos que publicó, imborrables, aunque en la primera fila coloco Ensayo sobre la ceguera, Memorial del convento, La balsa de piedra y La caverna. Apenas escribirlo me saltan remordimientos por dejar fuera Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte o Levantado del suelo.
El equipaje del viajero y la conferencia presentada en la Universidad Complutense de Madrid, publicada con el título Democracia y universidad, son parte de mis páginas predilectas; el libro de relatos, para compartir con estudiantes de pedagogía, y el segundo, referencia provocadora acerca del sentido de la universidad en estos años.
José Saramago es un personaje entrañable, un Norte (o Sur) indispensable para encarar los tiempos turbulentos con la dignidad, coherencia y lucidez que sella su vida. ¡Gracias, Maestro!