Guillermo Sheridan y Carlos Ramírez, entre otros, han dedicado algunas de sus colaboraciones en revistas y periódicos a cuestionar la falta de autocrítica del rector de la UNAM.
El 30 de septiembre en su columna “Indicador político” Carlos Ramírez aseguró: “los últimos discursos del rector de la UNAM, José Narro Robles, le quedaron debiendo al país un diagnóstico crítico de la situación interna de la casa de estudios.” Despliega enseguida, como Sheridan en “Vuelta”, un abanico de los problemas acuciantes de la Universidad Nacional. Inocultables, sin duda. También ese día José Woldenberg escribió: “Pero la UNAM tiene problemas. Y no puede ser de otra manera. Sólo los organismos y las instituciones muertas viven en paz consigo mismas”.
Tienen razón. Siempre es necesaria la autocrítica en las universidades, como lo es en el conjunto de las instituciones de la vida nacional, quién puede dudarlo.
¿Alguien ha leído una autocrítica siquiera tibia de la –alguna vez profesora Gordillo sobre su sindicato? ¿El IFE ha sido todo lo autocrítico que se exige a las universidades? ¿Y los medios televisivos e impresos practican la autocrítica y la apertura sin restricciones?
Dice Ramírez en el mismo artículo: “Ahora que gobiernos panistas exigen cuentas, las universidades ponen el muro de la autonomía”. ¿El gobierno federal ha sido autocrítico alguna vez y aceptado su responsabilidad en la debacle financiera nacional? ¿Ha habido algún ejercicio crítico del gobierno federal sobre su propia actuación en el combate a la delincuencia y los miles de muertos?
En ese panismo que ensalza Ramírez, ¿alguien ha sido crítico con las macrolismonas públicas del intolerante gobernador jalisciense?
Diez años después de haber ganado la presidencia y dirigir el rumbo de la educación nacional, ¿hay una autocrítica de la SEP sobre los avances y los desaciertos? ¿Quién, desde la oficialidad, reconoce la pobreza del programa educativo sexenal?
Tienen razón Sheridan y Ramírez. En ella habitan muchos problemas. Se ensañan ambos con el sindicalismo de la UNAM, y aciertan. Pero cometen errores básicos de apreciación. Las universidades, la nacional y las estatales, no son monolíticas; los universitarios no son todos del PRI, PAN o PRD. De ellas egresan o en ellas estudian –o trabajan militantes de todos los partidos políticos, de grupos intolerantes, de sectarios y anarquistas, de radicales y conservadores, de ciudadanos sin partido.
Ni santas ni pérfidas, las universidades son instituciones públicas con historia y claroscuros. Además, ¿qué otra institución pública –o privada es objeto de tantos controles y restricciones –financieras, por ejemplo, como las universidades?
Fuente: Periódico El Comentario