La semana anterior asistí a ceremonias públicas en que los nuevos maestros de educación básica eligieron las plazas donde laborarán durante el inminente ciclo escolar. Fue mi primera ocasión; y el balance personal, satisfactorio. Algunas de las causas del juicio me parecen dignas de remarcarse.
En primer lugar, todas las personas que eligieron plazas, dentro del abanico disponible, lo hicieron por méritos basados en resultados de la evaluación docente. Nadie les regaló la plaza, no la heredaron, no tuvieron que recurrir a mecanismos execrables como fueron usuales y, esperaríamos, ya desterrados del sistema educativo. Son plazas que obtuvieron por concurso y el solo hecho es encomiable.
En segundo lugar, las edades de los jóvenes son una gran oportunidad para la mejora que reclama el sistema educativo, o para los cambios deseables. No es que ser docente maduro descalifique, pero ser joven concede virtudes propicias, como el entusiasmo por comenzar una trayectoria, ilusiones por llevar a la práctica lo aprendido en las aulas o la energía vital que abunda en los años mozos.
El carácter público de las sesiones, la información ofrecida a los asistentes y el clima cordial son inéditos también; por supuesto, deben potenciarse, perfeccionarse, arraigarlos en la cultura laboral del magisterio, es decir, de los maestros y las autoridades, de frente a una sociedad que debe tener la certidumbre de quiénes educan a sus hijos.
Estoy seguro que los nuevos maestros y profesoras habrían preferido optar por una plaza definitiva (ahora fueron minoría), pero sus resultados y la transparencia de los procesos a que se compromete la autoridad pueden conceder la certidumbre de que los contratos temporales serán prolongados sin afectaciones laborales. A mí también me habría gustado, pero los marcos normativos son condicionantes. Posiblemente en el mediano plazo las vacantes que mayoritariamente se concursen sean definitivas.
No hay un solo paso que nos conduzcan hacia las transformaciones que requiere el sistema educativo en México para ser de buena calidad y equitativo, pero la formación y el reclutamiento de los nuevos maestros es aduana obligada. Son muchas etapas las que faltan, pero es preciso empezar a cubrirlas. Lo que vi entre jueves y viernes me siembra el optimismo, alimentado por los rostros y las miradas emocionadas de los nuevos maestros y educadoras de Colima.
Alejandro
Buen día Mtro. Comparto plenamente lo que ha escrito en su artículo. Sin embargo, hay un cuestionamiento que da vueltas en mi cabeza, espero pueda ser respondido. Le plantearé lo siguiente; se entregaron 3 bases definitivas en el nivel primarias, y unos tantos interinatos que están por consolidarse como bases temporales. Todo esto, por estricto orden de prelación. Ahora, es bien sabido que otorgan contratos, pero estos no están sujetos a la misma lista de prelacion. ¿porqué? Infiero que la antigüedad está entre uno de los criterios que toman en cuenta. Pero regresemos ¿porqué no hay un seguimiento en la lista de prelacion? Esto me hace pensar, que se cae en los mismos vicios que en un inicio evaden. Para mi en lo personal es muy dudoso e injusto, algunos cuantos sustentantes comparten la idea. ¿Cómo es posible tener quizás un número de prelacion X(106) te mantengas en lista de espera, mientras alguien que no presentó examen de oposición (no idóneo ) o en su defecto tenga el número de prelación Y (648) ya tenga algún contrato?
Espero pueda responder los cuestionamientos.
Atentos y distinguidos saludos, seguimos en el debate de las ideas.
Alejandro Mancilla.
Juan Carlos Yáñez Velazco
Alejandro, buenas tardes. Es verdad. Comparto tu inquietud. Lamentablemente no tengo manera de responderte puntualmente a lo que preguntas, porque son temas que escapan de mi conocimiento; desconozco los mecanismos internos de asignación de las plazas temporales. Sin embargo, estoy de acuerdo: las listas de prelación tendrían que usarse para los contratos temporales, pues así se contratarían a los profesores mejor calificados.
Todavía hay espacios vacíos en el marco normativo que deben ajustarse para conceder toda la certidumbre y transparencia que merecen los procesos de que hablamos.
Saludos, gracias por leerme e interactuar.