Este sábado por la mañana terminé un libro nuevo. Si todo sale como planeamos con la editorial Puertabierta, estará en las manos de los lectores antes de que cierre el año. Se llama Diario de Educación. Reúne una selección de mis colaboraciones periodísticas para El Diario de la Educación (España), más una decena de inéditas.
Sobra decirlo, pero lo gritaré: estoy tan feliz como exhausto. Terminar un proyecto de escritura es acontecimiento extraordinario; además, parte de mi quehacer profesional será cristalizado en un libro. Cuatro años duré escribiéndolo. Cada tres semanas, cuando enviaba artículo a Pablo Gutiérrez, editor de El Diario, imaginaba si esa colaboración tenía la relevancia y calidad suficientes para incluirlo cuando llegara la hora de conformar el volumen. Elegir cuáles no, fue relativamente fácil. Los lectores tendrán el juicio final.
En las últimas semanas he pasado parte del tiempo laboral y doméstico concentrado en revisiones y correcciones. Rubén Carrillo esta vez ha ido más lejos en la tarea y tundió las páginas con correcciones y sugerencias que limpiaron imperfecciones. Después de varias reuniones con él y muchas horas de faena de ambos, el resultado me deja satisfecho.
Publicarlo no era parte de mi agenda anual en 2021. Estaba previsto que lanzaría La universidad que soñamos. Es muy especial para mí. Lo prologa Ángel Díaz-Barriga; para los colegas, referencia imprescindible en América Latina, y el trazo de la portada es obra de mi hijo, Juan Carlos.
Decisiones grupales cambiaron planes. Con Puertabierta Editores abriremos una colección educativa muy ambiciosa y La universidad que soñamos formará parte. Ya está listo, totalmente, pero saldrá el año siguiente, con los otros dos títulos iniciales que pronto anunciaremos, escritos en Argentina y España.
De mi libro estoy contento. De la colección, muy ilusionado. Con la calidad de los autores pondremos a Colima en un sitio relevante dentro del campo pedagógico en Iberoamérica. Pero de eso escribiré en otros momentos.