¿Es tiempo de pensar en la vuelta a clases en Colima? Sí, si queremos un retorno seguro, escalonado, sensato, sin costos altos.
Si queremos un retorno así debemos comenzar o acelerar su planeación e instrumentación.
Claro, no está cerca. Estacionamos en el semáforo rojo, pero una decisión responsable que termine el confinamiento escolar no puede improvisarse.
No alcanzan las buenas intenciones, ni las presiones de escuelas particulares o la voluntad gubernamental. Frente a la elevada contagiosidad del virus se precisa una acción informada, inteligente, alimentada por la ciencia y discutida con expertos. Planes basados en evidencias y bien comunicados.
Las comparaciones son indeseables, dicen, pero necesarias en educación. Hay que contrastarnos para valorar presente y posibilidades, para diagnosticar. Uruguay es el primer país del continente que retornó a las clases y uno de los primeros en el mundo, con una experiencia documentada por la Unesco.
Cuando uno contrasta lo que ellos hicieron y nuestra ruta, las diferencias sonrojan. No hay tiempo para detalles.
Allá no hay decisiones unipersonales, ni ocurrencias. Se lo tomaron en serio desde el principio, y para junio ya habían regresado.
Los políticos toman decisiones aquí y allá. La diferencia son los criterios y personas que las nutren.
El “protocolo” para el retorno a clases que anunció Esteban Moctezuma en octubre es un listado de lugares comunes. No es suficiente. Las escuelas son distintas en contextos y condiciones.
El regreso uruguayo, definido como voluntario, por etapas y gradual, no se organizó por niveles educativos; priorizó densidad territorial, vulnerabilidad de los estudiantes y finalización de ciclos escolares, así como las condiciones sanitarias de poblaciones y escuelas.
Lo ideal sería hacerlo para todo el país, pero con más de 250 mil escuelas la tarea es descomunal. Hecha desde un estado como Colima, es factible. Se requiere, por ejemplo, el censo de las escuelas y sus condiciones sanitarias; el personal que labora en cada una para apoyar la desinfección permanente de instalaciones y definir cuántas personas y dinero faltan.
La movilización de familias, estudiantes y maestros es clave. Hoy, con escuelas cerradas en Colima, más de 200 mil personas no circulamos diariamente a pie, auto propio o transporte público. Lanzar a las calles de nuevo a 100 o 150 mil personas cada día tiene riesgos. Hay que planearlo con cuidado, y eso sólo se logra con información. El semáforo epidemiológico no sirve para este propósito.
No está cerca el regreso a las aulas en Colima. Pero si no hemos empezado a diseñar planes confiables de retorno, perderemos oportunidades y desaprovecharemos lecciones de la experiencia.