Cuando cruzara el umbral de diciembre no tendría más compromisos que mi colaboración periódica para El Diario de la Educación, que entregaré hacia el final de mes. Será un diciembre tranquilo, o intenso, pero con trabajo disfrutable: las correcciones de un libro que espera paciente; la preparación del curso nuevo que impartiré en la facultad y leer todo lo posible.
La vida depara retos. O sorpresas gratas. El primer día del último mes del año, apenas terminé la conferencia virtual para una universidad colombiana, recibí mensajes por Whatsapp explorando la posibilidad de una conferencia para profesores de la Secretaría de Educación de Guanajuato. Dos hechos decidirían: tema y modalidad. Supuse, en principio, que sería virtual y eso facilita todo. Era presencial, en León, para 400 profesores tutores de maestros noveles. Acordé compromisos familiares y manos a la obra. A preparar contrarreloj una conferencia en el tiempo más corto que nunca antes, mientras calificaba los trabajos finales de los estudiantes de licenciatura.
La semana fue tensa y volaron las horas. Apenas la noche anterior, con el cansancio del viaje terrestre, terminé de afinar detalles de la ponencia y tomar notas a mano para acompañarme.
El salón estuvo repleto. Maestras y maestros estaban animados y atentos. El orden de las mesas y sillas no ayudaba, porque buena parte de los asistentes no veían la pantalla y obligaba a improvisar un discurso que resultara legible y tradujera de la manera más gráfica posible lo escrito en las diapositivas. Comencé con los nervios a tope, como siempre; cuando estaba dejándolos y empezaba a disfrutar, murieron el sonido y la pantalla. Más momentos de tensión. Se hizo el sonido y la imagen con el barullo natural.
Concluí sin una noción clara del tiempo. Agotado, pero muy contento.
Abrir un encuentro académico tan cálido y entusiasta fue una alegría enorme y me regaló razones para enfilar al año nuevo con ganas de perseverar en este largo camino de aportar para una educación a la altura de lo que necesitamos, según lo entiendo. Y en esa dirección, lo que hagan los profesores, bien o mal, será definitivo, sobre todo quienes empiezan ahora y estarán en la aulas las próximas tres décadas.
León, Guanajuato. Diciembre 10.