Esta noche pasé por La Medusa, el restaurante que se ubicaba en Ignacio Sandoval. Se ubicaba, dije bien. Me sorprendió ver que está desmontada la terraza y cerrado. Otra víctima de la pandemia.
Lamenté el cierre por los buenos recuerdos en los poco más de 20 años en que, en ciertos momentos, lo visité.
Lo lamenté, sobre todo, por los probables desempleados que dejó y por su dueño, Memo Santana, a quien respeto y estimo.
Fue imposible no revivir momentos ahí o en su sede original, por Sevilla del Río.
En los años más recientes La Medusa se había convertido en sitio donde pasé muchas horas con Rubén Carrillo y, con frecuencia, nos encontramos para, entre mil temas, contarle de mis esbozos de libros y luego, cuando fructificaban, revisar las correcciones de estilo implacables que realizaba.
Puedo decirlo sin fatuidad: ahí se parieron las versiones definitivas de más de un libro y, por eso, a mi lamento, sumo una dosis de tristeza.