Con el regreso de Juan Carlos a clases cambió mi jornada laboral. Empieza más temprano y con un poco de movimiento: serÃa fatuidad llamarlo ejercicio. No es nada extraordinario. Tampoco es trascendente la disquisición.
Las últimas semanas del año esos lapsos de movimiento estuvieron acompañadas de YouTube. Programas de análisis polÃtico, noticias, reportajes. Ese tipo de cosas que los adultos ciudadanos más o menos debemos conocer. Confieso sin rubor: me cansé. Me cansó más la rutina informativo. O fue depresión.
Cada mañana una parte de los mexicanos amanece en un paÃs maravilloso, de datos espectaculares y transformaciones históricas; mesiánico y anestésico. Cada noche, otra parte se duerme en un paÃs balbuceante, plagado de muertos, infectados de COVID, ilustrado por incompetentes; esos otros son crÃticos y, a veces, parecen nostálgicos.
Me agotó la dualidad, la bipolaridad. La grieta, se llama en el cono sur.
Hoy mi compañÃa fue distinta. Escapé de la realidad. Elegà una charla de José Antonio Fernández Bravo. Estupendo y ameno maestro de escuela. Sencillo, ingenioso. Disfruté el ejercicio, o como se llame.
Mientras, la realidad no cambió, ni me perdà de algo relevante, ni me siento menos ciudadano.
Mientras, el paÃs no abandonará la estúpida división entre quienes todo lo ven negro y para quienes el mundo ya es color de rosa.
