No recuerdo cuando habré leído con ella por última vez.
Con Juan Carlos he sido más intermitente. Leí con él cuando no sabía; luego, cuando aprendió, lo hacíamos al alimón: una página él, una o dos yo. Y así.
Hace meses que no leíamos con regularidad. En estas vacaciones volvimos. Ya tiene 13 años. Creció. Su voz empieza a cambiar. Una sombra sobre su labio anuncia bigote. Las facciones perfilan su guapeza.
Leemos en las noches Imparables. Diario de cómo conquistamos la Tierra, de Yuval Noah Harari. A veces en cama, o en la mesa después de la cena.
Una de esas noches me asaltó la pregunta: ¿hay una edad para dejar de leer con los hijos?
Dos días me persiguió la pregunta, casi sin piedad. Hoy la tiré en el bote de la basura con viejas notas y recibos de pago. Sobra.
Hoy no, mañana, seguro leeremos.