Mi madre juraba que nunca me casaría. Una mujer maravillosa, sin saberlo, la contradijo en seis meses. Caí dos veces; volví a la soltería.
Yo juraba que no tendría hijos. Ese oficio, advertía con bondadosas intenciones, no era para mí. Escribí una carta para contarlo al mundo (que me leía entonces); se publicó, pero nunca más volví a leerla, ni por error, quizá intuyendo el desatino.
Ser padre dos veces es uno de los actos de los que jamás me arrepentiré. Mariana Belén y Juan Carlos son un tesoro que no buscaba y apareció a mitad del camino, para hacerme pasar muchas horas y noches de desvelo, algunas amarguras e infinitas alegrías.
Solo se puede expresar ese sentimiento después de vivirlo. Es una perogrullada, lo sé. Ninguna teoría podría explicarlo vivamente. Empecé a albergarlo antes del nacimiento, cuando escuché latidos tenues que me revolvieron las entrañas. Ella, la primogénita, rebelde desde antes del parto, se adelantó al augurio médico. No quiso compartir conmigo la fecha de nacimiento y justo un mes antes rompió la fuente; luego, sin prisa, apareció parsimoniosa, como sigue. Hoy las entrañas se siguen removiendo cuando escucho su voz llamándome, su respiración durante el sueño o sus abrazos cada vez más infrecuentes conforme se acerca a la adolescencia y yo me alejo de la juventud.
Mariana Belén cumple 12 años en estas horas. Ella cambió mi vida para siempre y sin medias tintas. Para bien, creo. Cuando se lo repito desde el fondo del corazón, sus ojos brillan en forma especial y, supongo, los míos más.
Estoy seguro de que no soy el buen padre que podría serlo en otras vidas, pero en ninguna sentiré la alegría y el orgullo de haber coincidido en este tiempo y circunstancia, en los roles donde solo existimos por el otro.
Nena
Que bello capitulo en tu vida ! Felicidades !!! Tienes unos hijos maravillosos ! Un abrazo a maria belén
Juan Carlos Yáñez Velazco
Gracias Nena. Un abrazo de regreso.