Mientras pegamos las paninis nuevas, Juan Carlos me asalta con una pregunta inesperada:
-¿Papá, vas a escribir del Mundial?
Me detengo en la página de Marruecos, volteo la cabeza y lo miro; paciente, espera reacción.
-No sé, no había pensado. Respondo. Insiste.
-¿Por qué no?, podrías hacerlo.
Lo atajo y espero ser convincente antes de pegar la imagen del colombiano Carlos Sánchez: -Me gustaría hijo, pero me falta tiempo; tengo mucho trabajo en la oficina, y en casa tengo otros proyectos, quiero terminar un libro pendiente, además, no tendré oportunidad de ver los partidos, porque serán en las horas que estoy en el INEE.
-Podrías hacerlo cuando vuelvas a casa, en la noche. Sería divertido. Yo te ayudo. Puedo decirte de qué escribas.
Sonreímos con su solidaridad. Él ordena las muchas estampitas repetidas y yo recojo los sobres vacíos y rotos. Otra vez, sorpresivo, rompe el silencio:
-Ya me estoy cansando, papá. ¡Messi nunca nos va a salir! Eso es trampa.
-¡Sí, eso es trampa! Pero ya tenemos a Luis Suárez, el compadre de Messi; tenemos a Iniesta, a Dybala, a Neymar, a Cristiano, a Griezmann, al Chicharito. Tal vez nos salga cuando no lo busquemos más en cada sobre.
Recogemos nuestros objetos y subimos a la escalera caminando. Es hora de descansar. Me abraza mientras beso su pelo alborotado y húmedo.
-Buenas noches, hijo. Te prometo que vamos a escribir algunas noches sobre el Mundial.