A pocas horas de la presentación de mi libro Aprendiendo a enseñar. Los caminos de la docencia, me invaden emociones ubicadas en el lado más positivo de la vida.
Precisamente por ello me obligo ahora a reposar un poco en esta jornada matutina, para reflexionar sobre un sentimiento que tengo en la piel y en los labios: gratitud. Y es que estos instantes felices suelen pasar por alto que, primero, toda felicidad es efímera, aunque retorne al día siguiente, o poco después. Porque la vida no es “Quiéreme mucho”, la tierra donde habitan los ositos cariñositos. No es que haya que encontrar problemas en cada solución o momento plácido, sino que por su fugacidad tenemos que disfrutar los buenos momentos con mayor intensidad, porque han de pasar más temprano o más tarde, en un incesante recomenzar.
También creo necesario detener el trajín para el agradecimiento y no, como solemos hacerlo, sólo para maldecir cuando las cosas no van bien.
La gratitud es un buen espejo para mirar y reconocer imperfecciones, quiero decir, para reconocer que casi nada en la vida es obra de uno solo, excepto los errores, que pueden ser casi todo. ¡Triste paradoja! Muchas personas contribuyen en casi todo lo que hacemos, aun las que pretendiendo jodernos la vida nos alientan a seguir adelante.
Gracias infinitas a quienes me ayudaron a terminar un proyecto que duró varios años desde su concepción. La lista sería interminable y mi memoria podría traicionarme. Ellas, ellos lo saben.
Quiero dejarles las palabras de un excelso amigo sevillano para repetir lo que magistralmente nos enseña sobre la gratitud. Con ustedes, Juan Miguel Batalloso:
Si todo es compra-venta, si todo es mercancía, acabamos por perder el valor de lo gratuito, lo incondicional y lo amoroso. Si extraemos del dar o la donación, el valor de la gratuidad y la incondicionalidad perdemos al mismo tiempo la felicidad intrínseca que procede del original, espontáneo y creador acto de donación, acto que abre siempre caminos insospechados y desconocidos de afecto, cariño y amor que por su propia naturaleza son caminos libres, abiertos, no retributivos además de que no pueden reducirse ni recorrerse ni en una sola dirección, ni en un único sentido.
“Pues no, no todo tiene un precio y precisamente las cosas y acciones que no tienen precio y no pueden reducirse a mercancía, son las infinitamente valiosas y de las que recibimos los mayores bienes para nuestra salud, nuestra felicidad y nuestra vida. Amor, ternura, comprensión, cariño, compasión, reconocimiento, compañía, solidaridad, alegría, paz interior, perdón y un sinfín de cualidades que nacen y crecen en el corazón humano, no pueden comprarse ni venderse y para adquirir esta conciencia necesariamente tenemos que recorrer el camino del agradecimiento, único camino para comprender el regalo de la vida, la naturaleza, el universo y el amor incondicional que hemos recibido en toda nuestra vida que siempre es alumbrado, iniciado y mantenido por nuestras madres.
De cualquier manera, tomar conciencia de que somos portadores, realizadores y gozadores del gran milagro de la vida tal vez sea el primer paso para comprender que hasta la brisa más sutil de aire puede convertirse en el más valioso de los regalos. De este modo, aprender a agradecer incondicionalmente todo lo que tenemos a nuestra disposición, incluyendo también el difícil trago de las frustraciones, del dolor o del sufrimiento, se convierte en un camino transcendente para reconocernos como los seres más privilegiados y milagrosos del universo.
Hacer simplemente una parada para visualizar todas aquellas cosas de las que disponemos, todo aquello que hemos recibido totalmente gratis o mejor aún, pensar y sentir muy cerca de nosotros aquellas personas que nos han dado tanto o que nos han amado incondicionalmente, es sin duda un excelente ejercicio para sentirnos contentos, alegres, serenos y en camino de conquistar una estable y profunda paz interior.
Agradecer no es pues un acto de esclavitud ni de dependencia, sino más bien un acto de donación incondicional y reconocimiento de que no somos nada sin el otro que nos mira, nos escucha o nos acoge.
Ana Luz
Linda reflexión Juan Carlos! Felicidades, un abrazo!
Juan Carlos Yáñez Velazco
¡Muchas gracias Ana Luz!
Gracias por leerme y por tu comentario.
arthur edwards
Muy bonitos sentimientos! El neoliberalismo quiero reducir al ser humano a una simple mercancía y todo lo que le humaniza en algo superfluo y sin valor. The best things in life are free!