Con el arranque de todas las campañas políticas en mi Estado, la abundancia de mensajes (habitualmente pobrísimos) por los medios más diversos empieza a provocarme un fastidio que tendré que resolver en los dos meses siguientes.
Las cancioncillas de gustos lejanos a los míos, las paredes pintadas, los espectaculares con los poco espectaculares personajes y la música con las letras que llaman a votar por tal o cual candidato, me intoxicaron apenas en las primeras horas de ingestión.
Mi sueño (¿o pesadilla?), me obliga a sentarme para escribir esto que soñé. Una entrevista sobre el tema de las elecciones y lo que diría a los candidatos si tuviera la oportunidad de ser entrevistado. Aquí les dejo las preguntas centrales
Entrevistadora: ¿Cree usted que los candidatos leen?
JC: Sí, sin duda. Leen. Todo mundo leemos; bueno, todo mundo que sabemos leer. En México somos campeones latinoamericanos en analfabetismo. (Hay que recordarlo con sus letras: el analfabetismo no es un defecto o un exceso de ignorancia, es expresión de sociedades injustas). En esa materia, del continente, solo nos superan algunos países de Centroamérica. Por cierto, esos cinco millones de analfabetos mayores de 15 años (si nos atenemos a los datos oficiales) podrían votar el 7 de junio, si tienen credencial de elector y ganas. La pregunta es: ¿con qué lectura (de la realidad) se vota desde el iletrismo?
E: ¿Recomendaría algunos libros a los candidatos?
JC: Por principios no recomendaría nada. Porque no les interesará. Solo soy un voto y no soy de los más vehementes, no voy a los mítines, no recibo candidatos en mi casa, no les organizo reuniones familiares o en la colonia. Tampoco acarreo votantes el día de la elección, ni pego calcas en mi auto. Soy un simple voto. Y además, creo que un voto incómodo: no me trago los cuentos chinos y me gusta preguntar. Para colmo, a veces lo escribo y algunos lo leen.
E: ¿No está siendo muy duro con ellos? Y con usted, pues se minimiza su valía ciudadana.
JC: Probablemente. Aunque la experiencia es casi infalible. Al común de los políticos les fascinan los comentarios en columnas periodísticas, en programas de radio, en redes sociales, pero siempre que les sean favorables. Cuando son críticos o interrogativos, hacen mutis. Eso lo veo claramente en redes sociales. Un seguidor en twitter lisonjea al candidato y entonces lo retuitea el candidato y sus 25 o 50 acólitos, pero sí hay algo no muy grato, se voltean al otro lado. Véalo usted misma. El comentario del ciudadano reclamante no se escucha ni se ve.
E: De acuerdo. Pero sí pudiera, si ellos estuvieran dispuestos, ¿qué libros recomendaría?
JC: (Dudando unos segundos). No sé. Es complicado. Creo que podría recomendarles varios: Don Quijote de la Mancha, El capital en el siglo XXI, y un par de biografías, la de Nelson Mandela (Un largo camino hacia la libertad) y la que escribió Walter Pernas sobre Pepe Mujica. Agregaría un libro (o varios) de Jiddu Krishnamurti. El que quieran. Ah, y la Biblia.
E: ¿Por qué esa elección?
JC: Bueno, evidentemente podrían ser otros libros, pero pienso en ellos por razones puntuales. El libro de Thomas Piketty es un impresionante fenómeno editorial, que ha conmocionado el mundo económico y político en otros países. Podría ser muy útil. Las biografías de Mandela y Mujica son un retrato de que es posible ser un político honesto, firme, que piensa la política como servicio a los demás y de que siendo así, fiel a sus principios, al bien común y no a las consignas partidarias, se puede conquistar el poder. Krishnamurti es una invitación a la introspección, a revisar lo que somos y hacemos, a practicar la coherencia. Don Quijote es un libro de buenos modales políticos, para que si te preguntan, por ejemplo, cuáles son los tres libros que más te marcaron, pues está muy fácil: no tienes que aprenderte el nombre exacto del autor, o del libro, basta que digas “El Quijote” y todo mundo entenderá. Además, tiene otra virtud: algo se puede aprender en el oficio de gobernante de la mano de Sancho Panza.
E: Se le olvidó la Biblia. ¿Por qué también la incluye?
JC: Bueno, no se me olvidó. En realidad, es un libro de cabecera: para los mexicanos y políticos, que suele ser declaradamente católicos, aunque luego se les olviden los mandamientos y aquello de no robar, no mentir, etcétera. Su virtud mayor es la extensión: como les llevará tantas horas, si decidieran leerlo, pues allí los ciudadanos podríamos estar a salvo de ellos por un tiempito.
Y así siguió la entrevista, pero del resto no vale la pena escribir. Además, ya no recuerdo con claridad. Era un sueño. Y los sueños, sueños son.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Pedro Calderón de la Barca)