Si los días de nuestras vidas se pintaran de colores, el paisaje resultante luego de un mes o años sería tan multicolor como las colchas que las madres tejían en mi pueblo con pedazos de las telas que iban dejando las prendas que cosían para las mujeres. Habría días grises, verdes, azules, rosados, blancos y negros. Hoy, por ejemplo, en mi almanaque vital, sería un día negro, o tal vez, el Día Negro.