Me gustaría afirmarlo con vehemencia hoy: la educación es una buena noticia. Pero cuando observo el presupuesto que el proyecto de gastos para 2020 destina a la dirección general que coordina a las escuelas normales del país, se me ensombrece el panorama y decae el ánimo.
Con un presupuesto tan lastimado, es difícil que las escuelas normales puedan encarar las tareas que demandaría una transformación de fondo, estructural en el sistema educativo, como la que se debe a las escuelas donde se forman los maestros.
Lo dicen desde las izquierdas y las derechas, porque el consenso es unánime: no hay sistema educativo mejor que la calidad puesta en práctica por sus maestros. Y si queremos transitar hacia un futuro distinto para la formación de los millones de niños y adolescentes, la reforma o renovación de las escuelas normales es condición indispensable.
Steve Jobs, ícono del mundo globalizado de hoy también lo tenía claro: en las escuelas los maestros son el protagonista, no la tecnología. Explicitemos: los maestros y educadoras que hoy laboran, pero también los que se empiezan a formar y quienes sostendrán el esfuerzo magisterial en las décadas siguientes.