Es viernes… pero el cuerpo no lo sabe. No lo sabe tampoco la cabeza, ni la memoria. No lo sabe ninguna parte de mí. Por primera vez, en mis años, no tengo conciencia del día que vivo. Solo cuando abro la agenda de papel o la del teléfono cobró alguna idea de los días que pasaron o vienen, de la fecha que vivo. Y a veces no estoy seguro, así que debo reconfirmarlo. La constatación de una vida tal no es placentera. Está bueno vivir sin ataduras cotidianas, pero luego me aterra la idea de la inconsciencia y no disfruto.
Hoy estuvo el presidente del país en Manzanillo. Aguanté un rato los tuits de sus fanáticos y sus adversarios. Estoy a punto de renunciar a mirar más. Es como vivir en dos mundos distantes y antagónicos. Ni uno ni otro los comparto, para ser sincero. En algún momento son insoportables.
Estoy a favor del juicio implacable y justo a Emilio Lozoya. Ojalá sea pronto. Y me gustaría imaginar que, entre tanta madeja enredada, alguna hebra conduce de Lozoya a alguno de los prominentes de Morena. También estoy inquieto por la escasez de dinero que se denuncia en el gobierno de la República. Pero no soy ingenuo. Creo.
Hoy es viernes, y habría preferido no saberlo, ni en cuerpo ni alma. Para esta noche tengo programada una película: Capitán de mar y guerra. Dura más de dos horas; no sé si aguantaré. Ya les contaré. O no.