Mientras avanzo en las actividades del día y preparo las de mañana, los recuerdos se convierten en un huracán de categoría indefinible en mi escala de emociones. Mañana se cumplen años del fallecimiento de mamá. Será un día complicado, como para estar encerrado entre cuatro paredes y olvidarse del mundo y las historias que me pueblan. No podré. A las 10 h. tengo que participar en el examen de titulación de dos chicos que me buscaron cuando estaba en el INEE para asesorar una tesis inédita en Colima, hasta donde conozco: la educación indígena en algunos estados del país. Después de acompañar a Diana y Carlos como asesor, no quiero faltar. Por la tarde tengo mi curso en Pedagogía con la sesión en línea y, pegadito, la presentación del nuevo libro en la Universidad Multitécnica Profesional.
No será el día más feliz y quizá me atormenten los recuerdos infaustos, pero pensaré que por la noche, cuando cierre la jornada, llegaré a su casa y con su cara cansada, me recibirá feliz y orgullosa, o me escuchará silenciosa y apacible al otro lado del teléfono.