Si uno había seguido con algún detenimiento la evolución del COVID-19, primero en China, luego en el mundo, era inevitable que la propagación se expandiera con la velocidad y morbilidad con la que está ocurriendo. Y lo era, también, la declaratoria oficial de “pandemia” por parte de la Organización Mundial de la Salud. Hoy se oficializó y yo, desde la ignorancia, supongo que entramos a una nueva etapa frente al coronavirus. Exactamente no sé qué signifique. Rezar no puedo, ni sé, pero espero que salgamos bien librados y podamos contarlo sin rictus de pesar.
¿Cuánto sabemos y cuánto nos siguen escondiendo? ¿Llegará a México con la misma intensidad que a España o Italia?
En los países altamente desarrollados, pongamos Alemania, por ejemplo, las predicciones sobre las persona que podrían resultar infectadas, aun asintómaticas, son brutales, y un bofetazo a la soberbia de la especie humana. ¿Aprenderemos las lecciones?
¿Epidemia local?
El lunes en la Universidad de Colima, hoy en la secundaria Enrique Corona Morfín, hubieron manfestaciones para denunciar actitudes de profesores (alguna profesora en la Universidad) que incurrieron en comportamientos de acoso. Como bola de nieve ya empezó a rodar lento y amenaza con aplastar a algunos docentes de comportamientos deleznables. Ojalá haya justicia, derivada de averiguaciones profundas en cada caso. Ojalá, también, sea un mensaje para quienes no terminan de entender la delicadeza de un trabajo como el del educador.