En la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, en 2013, conocí a Eduardo Rinesi, entonces rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Participó en una mesa de discusión con otros académicos y rectores en un congreso sobre los rumbos de la educación superior en los países del Mercosur. La convocatoria fue espléndida, por el cartel de los ponentes y los niveles de análisis en esas jornadas llenas de aprendizajes.
Al personaje, como a otros intelectuales en funciones de rectores o académicos de Argentina y otros países, no lo conocía. A algunos de ellos seguí en su obra, leyéndoles y refrescándome con posiciones distintas.
En la preparación de un capítulo sobre la universidad, esta tarde me encontré de nuevo a Eduardo Rinesi en una entrevista para la televisión de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, de la provincia de Chubut, con asiento en Comodoro Rivadavia.
La entrevista, muy cortita, tiene por título: La universidad como derecho. Esencialmente lo que propone se expresa simple, pero es complejo de alcanzar: la universidad es un derecho, y si es un derecho quiere decir que es para todos; si es un derecho, no puede ser solo para algunos; si es para algunos, es un privilegio.
Me pregunté entonces, siguiendo el hilo de su reflexión: ¿en México, para quién es la universidad pública? ¿Quiénes tenemos el derecho, la suerte, la fortuna, el privilegio de asistir a las universidades? ¿Qué porcentaje de los pobres puede llegar a la universidad, y si llega, cuáles son sus resultados? Hoy no tengo respuestas.