En enero de 2019 comencé el proyecto que me llevó por escuelas de Colima, en los municipios de Cuauhtémoc, Comala y Coquimatlán. Inicialmente pensaba en recorrer unas diez escuelas. Cuando llevaba seis, en febrero de este año, las lúgubres noticias del COVID-19 me hicieron parar las visitas cuando terminaba la incursión en el Telebachillerato Comunitario 8, de La Esperanza, en Coquimatlán.
En el calendario general calculaba concluir en octubre o noviembre del 2020. Y el libro que iría escribiendo con un capítulo de cada escuela estaría listo, en primera versión, el 23 de diciembre. No cumplí exactamente. Fue hoy, al mediodía, cuando terminé de escribir los dos párrafos finales de las conclusiones.
El resultado me entusiasma. Porque terminar un proyecto y cumplir metas es alentador. Porque la experiencia del trabajo de campo fue extraordinariamente rica. Porque pienso, con las reservas de la revisión crítica ajena, que tengo un material que valdrá la pena para lectores interesados.
Mi feliz navidad en la materia no fue como la imaginaba, pero tuvo este final feliz.