Hace una semana escribí una entrada en mi Diario 2020, a propósito del doloroso fallecimiento de Josué Reyes Rosas Barajas, amigo excelso y compañero de facultad.
Al día siguiente, pasados algunos tragos agrios, empecé a recordar que durante la pandemia, y antes, escribí algunas elegías, casi sin quererlo. Lo lamenté mucho y me arrepentí, porque pienso que en vez de escribirlas, sería mejor tener la oportunidad de expresar los sentimientos y afectos en persona, o en vida, y no después, cuando el destinatario ya no puede leerlo ni sabe lo que representaba o la estima de que gozaba.
No puedo decir que ya no escribiré más elegías, porque cuando suceden los hechos fatales me aprisionan las palabras y sólo me liberan hasta que las escribo de un tirón.
Lo que sí quiero decir, es que sería deseable no esperarnos a que alguien muera para expresarle lo que significa para nosotros, cuando todavía queda la posibilidad de un abrazo, un beso, una copa, un perdón, gracias o un tequiero.