Hace diez días me llamaron de un colegio del puerto. Me invitaron para dar la conferencia inaugural del ciclo escolar en la preparatoria. Los destinatarios: estudiantes, profesores y padres de familia. Envuelto en trabajo dudé un poco pero terminé aceptando. Había tiempo para preparar algunas ideas. Luego, en una hoja en blanco escribí a mano la estructura general que seguiría en una charla que calculé de 30 o 35 minutos. Se quedó encima de mi mesa, subrayado el nombre de la escuela y la fecha.
Anoche, terminando los preparativos para la jornada del fin de semana encontré el papelito amarillo donde había anotado los dos temas que el coordinador del colegio quería que abordara. Tragué saliva y quise pensar que había un error. Fui de ese papelito amarillo decolorado y letras verdes, a mi hoja blanca con letras en color sepia, donde reposaba el guion. Podría forzar los énfasis para acercar ambos temas, pero no. Lo que había pensado no coincidía gran cosa en lo sustancial. Dudé y así me fui al descanso nocturno.
Desperté de madrugada y las ideas entre lo escrito y solicitado seguían bullendo en la cabeza. Un rayo iluminador me tocó. Tomé de nuevo una hoja blanca, repasé la petición temática y en unos minutos rehice la estructura de la charla. Será este lunes a las 8:30 h. Intentaré algo distinto a lo que he hecho, en los temas, claro.
Espero que la lucidez me acompañe el resto del fin de semana.