Alguna vez escuché a Juan Carlos Tedesco [DEP], experto argentino, afirmar que en educación no hay balas de plata. Es verdad. No, no existen las soluciones mágicas, los milagros, ni los remedios que curan todos los males pedagógicos y escolares.
Hoy se discute por doquier el operativo mochila, no solo en Coahuila, después de la tragedia del Colegio Cervantes. Entonces, bailan las declaraciones políticas: que será obligatorio, que sería buenísmo, que sí, que como no.
El operativo mochila no es el remedio mágico, no es la bala de plata, como decía el estimado educador y político argentino. Pongamos el ejemplo de Colima. En sus más de 1,200 escuelas de educación básica y media superior podría instrumentarse el operativo de manera aleatoria: ¿cuánto personal policiaco, de derechos humanos y padres de familia necesitarían para inspeccionar cien escuelas diario? ¿Cuántas escuelas podrían visitarse en un mes? ¿Cuántas visitas recibiría una escuela cada trimestre?
No digo que no sirva. Digo que pensar solo en operativo mochila refleja un poco de flojera a la hora de entender el problema que se cocina en el fondo de sucesos como los de Torreón. No es solo la escuela, no son solo los alumnos. Somos también los adultos, las familias, los maestros, el contexto de violencia en que nos estamos acostumbrando a vivir a diario.
La semana pasada vi una entrevista a Marilyn Manson, culpado de la masacre de Columbine; ¿qué les dirías a los chicos? Le preguntan. Y responde con inteligencia y sensibilidad: nos les diría nada, los escucharía. Pues eso falta hoy en las escuelas.
El operativo mochila podría inhibir comportamientos, o detectar armas y otros objetos inapropiados cuando se aplicara, pero no es, de ninguna forma, la solución a que podemos apostar. Un poquito más de inteligencia no le vendría mal al sistema escolar a la hora de tratar de comprenderlo y mejorarlo. El problema no es policiaco; también es pedagógico, o es la vertiente que nos corresponde en las escuelas.