Hoy tuve la primera clase de este ciclo escolar insólito e incierto. Mis días de trabajo con los estudiantes son martes y jueves. El jueves tendremos los encuentros para abrir temas, presentar proyectos y tareas, intercambiar opiniones; los martes, trabajo más personalizado, dentro de lo que una pantalla permite.
Excepto por los delirios burocráticos que me provocan agruras, por fortuna pocos (y pocas agruras), disfruto la docencia con casi todas sus implicaciones, en especial, el momento del cara a cara.
No elegimos la circunstancia ni las formas, pero estamos ahí y debemos ofrecer el mejor de los esfuerzos posibles para que los estudiantes, futuros egresados en un año, culminen su proceso formativo con buenos aprendizajes y sin las amarguras de estos tiempos complicados y peligrosos.
Ojalá así sea.