Nos sobran razones para la preocupación y nos faltan otras cuantas para alguna certidumbre dentro de la perplejidad reinante.
El aval de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, para avanzar en la eliminación de más de cien fideicomisos, afectando áreas sensibles para el desarrollo del país, es inexplicable por la manera como ocurre y sus previsibles efectos.
Con el argumento de combatir la corrupción y ayudar a contener la pandemia, no se plantean alternativas para impulsar ámbitos como la cultura, el deporte o la ciencia y la tecnología, entre otros.
No se puede estar en contra del combate a la corrupción. Pero sería indispensable que el gobierno ofreciera las pruebas contundentes de las fechorías y que los responsables enfrentaran las consecuencias, sin linchamientos públicos oficiales y con juicios justos. Evidencias y no sólo consignas deben sustentar las políticas públicas.
Tampoco podemos oponernos a la inyección de recursos para la pandemia, pero un poco de más claridad y transparencia nos ayudaría, como estar infectados un poco menos del virus de la obediencia ciega.
Lo insensato, además, es que dichos argumentos nobles se pretendan a costa de suprimir apoyos a la ciencia, la tecnología o la cultura, por citar las áreas cercanas a mi campo profesional. Donde hubo corrupción, que se corrija y se limpie, o se propongan esquemas superiores.
La semana pasada el debate educativo nacional se concentró en los recortes proyectados para 2021 en programas que uno supondría estratégicos para el sistema educativo, como la formación de los nuevos maestros y la actualización de los que ya laboran, o el programa Escuelas de Tiempo Completo.
Los anuncios de esta semana ensombrecen más las perspectivas.
¿Qué país desarrollado en el mundo logró construirse sin las bases de una buena educación, una ciencia y tecnología de excelencia, cercanas a los problemas de la realidad y sustentadas en la rigurosidad científica?
¿Qué país puede volar sin las alas de la educación, la ciencia y la cultura?
Ahora empiezan a recorrerse las rutas trazadas en el presupuesto federal del próximo año y las decisiones parecen tomadas lejos del Congreso de la Unión.
Decía y repito: nos sobran razones para la preocupación y las dudas, nos faltan certezas, algunas, por lo menos, para el optimismo.