Aquella mañana fue la más feliz de esta y otras vidas. Palabras, caricias, besos, pan y vino. Nos dijimos los amores que sentíamos. Nos abrazamos, miramos el volcán juntitos, la laguna nos miró besarnos. Creía que tenía el boleto para la felicidad eterna. Me distraje, me perdí un momento, y el viento veloz me arrebató el boleto. Me quedé esperándola ahí, atónito, sin reaccionar, derrotado, muerto en vida. Su fue. Así nomás. No sé si fue real o un sueño, un sueño real, o las ganas de no dejar de vivir las que provocaron aquella fantasía que se derrumbó en cinco horas, las que duré entre sueños y realidades, entre pesadillas. Fue un febrero despiadado que llegó con fríos, se hospedó en la intimidad y cinceló el epitafio.
Balvanero
Muy inspirado, mi estimado…