Las noticias del desplome del petróleo parecen aterradoras para economías como las nuestras, atadas al antiguo oro negro.
Los precios alcanzaron límites negativos históricos, según cuenta la prensa vespertina que leo en la pausa del trabajo en casa. Muchos adversarios de López Obrador festinan la caída. Se burlan de Rocío Nahle; otros piden detener la construcción de Dos Bocas. El encarnizamiento en redes sociales es el enésimo capítulo de esta batalla campal de desprecios mutuos.
No celebro ni un poco las noticias pésimas para la economía mexicana. No me alcanza la ignorancia para imaginar los efectos que se producirán en los grandes indicadores de la economía nacional y en los pequeños de la vida doméstica. Tampoco para calcular cuánto tiempo costará recuperarnos de esa pandemia de desgracias que nos azotan.
Mi pequeña buena noticia, el envío del próximo libro a la editorial, prefiere esconderse entre los archivos de la computadora; tímida o asustada, tal vez esperando que el sol salga de nuevo y encontremos otras razones para la alegría.