La tarde del viernes laboral terminó pronto. Cuando el sol languidecía, cerré Classroom y abandoné la calificación de trabajos escolares. Suficiente.
La jornada semanal no fue más larga que otras, por la cantidad de actividades y el asueto del jueves, pero la intensidad de algunos compromisos agotó el tanque anímico. Adelanté la hora nocturna de lectura. Me esperaba un libro a punto de terminar de Daniel López Rosetti, argentino. Se llama Cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos. Eran pocas páginas y las devoré.
Seguí con el francés Edgar Morin. Su obra es estupenda: Cambio de vía. Lecciones de la pandemia. No la leo, la estudio, entonces, necesito cuaderno y pluma para tomar notas. La oscuridad me rodea y no puedo escribir con luz natural. ¡Hasta otro día!
El sábado, apenas abrí los ojos, como casi siempre, tomé un libro para su último tramo. Es del siglo XVII japonés. El autor es Matsuo Bashō. Su texto, Senda hacia tierras hondas, fue escrito mientras caminaba miles de kilómetros en su país. Lo concluyo maravillado de la sencillez magistral de un escritor de hace tantos siglos.
Con la energía del despertar abrí Viaje hacia la sombra, de Joan Margarit, escrito en dos idiomas. Lo leo despacio, para aprender algunas palabras catalanas. Varios poemas tristes me hicieron abandonarlo antes de lo previsto. No hay espacio para desazón.
El sábado, cuando cae la noche, voy a Polonia para leer otra poeta, premio Nobel, Wisława Szymborska y su Canción negra. Desde el primer poema que leí de la escritora, hace algunas semanas, me impresionó y la persigo.
Domingo por la mañana. Me angustian las columnas que debo escribir. La semanal hoy, la que enviaré a España en unos días. Eludo obligaciones y parto al Cono Sur con destino a Ser feliz era esto, escrito por Eduardo Sacheri. Los paisajes me resultan entrañables: Sofía, una chica de catorce años, huérfana de madre, inteligente, lectora y rebelde, que sale de Villa Gesell a Buenos Aires buscando al padre desconocido, Lucas, un escritor pesimista que ignora su paternidad. El encuentro y los desencuentros, los diálogos, el lenguaje, el café con medias lunas y las pastas me deshacen los minutos entre las manos. Me encantaría leerlo con Mariana Belén al lado. Pienso.
Así pasé el fin de semana, recorriendo literatura de distintos países y continentes. Pequeño maravilloso milagro de la lectura. Un viaje al mundo sin salir de casa. Turista mundial entre páginas.