Hace un año comencé a participar con una opinión semanal en Heraldo Radio Colima. Hasta hoy son 49, con duración de entre dos y tres minutos. Calculo que habrán sido unos 124 minutos en total.
El tema de mis colaboraciones, como sabrán quienes siguen este programa, es la educación. La ocasión me invita a la reflexión sobre el periplo en los parajes de la educación en pandemia, las escuelas, los maestros y estudiantes.
Cuando empecé algunas cosas andaban más o menos mal. Arrancaba el segundo ciclo de Aprende en casa por parte de la Secretaría de Educación Pública, sin que tuviéramos una evaluación de los primeros meses del confinamiento.
Tampoco teníamos información sobre la matrícula escolar o el abandono de estudiantes, los mal llamados desertores.
No había dinero para las estrategias de capacitación docente y el malestar del magisterio se cocinaba a fuego lento por el sistema que prometía su revalorización.
Las familias sostenían buena parte del esfuerzo para no perder el ciclo escolar, mientras la pandemia destrozaba las cuentas alegres del gobierno federal en su contabilidad mortal.
Más cosas sucedieron, por supuesto.
Un año después algunas variables cambiaron. Los discursos oficiales, por ejemplo. Menos de la mitad de los estudiantes y maestros están en las aulas; la mayoría sigue enseñando y aprendiendo en casa; millones de alumnos en el país, miles en Colima, se desconectaron. Ahora tenemos otros datos. La sangría es dolorosa.
La persistencia del malestar docente se hace crónica. Los apoyos a las escuelas, el gran rescate de la Nueva Escuela Mexicana, es letra muerta. Sin dinero, los elogios son demagogia.
En Colima el suelo educativo se cimbra y amenaza temblor: los maestros de la Sección 39 siguen maltratados; la sombra de la parálisis del pago a trabajadores en la Universidad de Colima crece, ante la deuda del gobierno estatal. Los resultados de la entidad, medidos con los indicadores principales, reflejan una caída en el derecho a la educación de los niños y jóvenes colimenses.
Esto no es un resumen del año educativo. Son apenas algunos de los aspectos que aprecié desde el mirador privilegiado de un medio informativo.
Si el presente de las escuelas es el futuro de las sociedades, más nos vale que pronto podamos atisbar otros paisajes, y algunas razones, por lo menos, para alimentar un optimismo cauteloso.