Mientras mis hijos jugaban a brincar, pago de por medio, me levanté aburrido y caminé unos metros a la librería cercana a donde ellos revoloteaban. Paseaba la vista distraído, sin ánimo y sin
Hace cinco años, en un viajecito a Uruguay, tomé el autobús para pasear unas horas en el paraíso de Punta del Este. Anduve de aquí para allá, pisando las arenas de la playa solitaria y apenas
El admirado Eduardo Galeano decía que solo leía libros impresos, no en pantallas. Cuando lo escuché me ruboricé un poco. Para entonces, los ebooks eran tan habituales en mis lecturas como los
I. Cuando me acercaba al silbatazo final de la novela, exactamente en el capítulo 36, página 349, detuve la lectura, bebí lento y me pregunté: ¿cómo diablos va a resolverse el caso, es decir,
La pregunta me congeló este mediodía. ¿Para qué? Vacilante solo moví la cabeza, o así lo recuerdo. La suave mano en mi hombro cayó pesada y me hundió en cavilaciones que persisten. Una mueca