La mañana del domingo, buscando noticias del Volcán de Colima, encontré las notas sobre la fuga del Chapo Guzmán. La primera que me apareció la deseché; creí que era una broma. La segunda, un delirio. La tercera la devoré en periódicos serios. ¡Era verdad! No fue rabia o indignación mi primer sentimiento. Hasta hoy no los ha habido. Risa, una risa sarcástica me vino sin control.
Adviértase: no soy de los que esperan que al presidente de la República le vaya mal o peor. No festejo sus desaciertos, ni espero el siguiente desdén de su esposa, tampoco el nuevo escándalo de corrupción.
Creo que hay algo de resignación en mi actitud, de serena resignación.
La fuga del Chapo ha sido suficientemente calificada ya. En México y en el mundo. No intentaré decir algo inédito. Lo que hoy me parece una broma macabra es que el presidente reciba la Gran Medalla de la Cancillería de las Universidades de París. En la mismísima tierra de la liberté, égalité, fraternité; casi todo lo que escasea en estos lares.
Pues sí, es el primer presidente mexicano, dice la nota, que recibe la distinción otorgada a “jefes de Estado que impulsan el intercambio académico y la investigación científica y tecnológica entre ambas naciones”. Así, nuestro ínclito presidente, lector de dudoso hábito, ha sido condecorado como “amigo de las universidades de París”. Eso sí, perdón, me provocó tremenda indignación.
arthur
No sabía, también me molesta ahora que sé.