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¡Adiós al sexenio educativo!

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

En la despedida el exgobernador declaró que el juicio del tiempo colocará su desempeño público en el lugar merecido. Obvio. Por ahora, el presente lo condena y el repudio es unánime. La cauda de problemas observados dificulta hipotetizar juicios benignos en el futuro.

Murió el sexenio que comenzó con promesas ilusas aceptadas por la ciudadanía, como suele suceder con quienes aspiran a un cargo público. La realidad explotó deseos gobernantes y aniquiló esperanzas ciudadanas.

Del sexenio educativo necesitamos otra información para juicios menos duros, porque la disponible reprueba en varias áreas al gobierno saliente.

Siempre pensé que Colima tenía condiciones para mejores resultados en el sistema escolar. Lo sigo creyendo, por las condiciones sociales, demográficas y culturales de la entidad; sin embargo, los cambios o resultados no son fruto de la inercia, ni siquiera de las puras buenas intenciones.

Tuve la oportunidad de convivir con la administración estatal durante la mitad del sexenio, desde el espacio que construyó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE): las direcciones generales en las entidades federativas, decisión osada que pretendía colocar brazos y piernas a lo largo del país. El resultado es conocido: el INEE fue víctima, por errores propios y delirios sexenales.

Con el primer secretario, Oscar Javier Hernández Rosas, tuve una estupenda relación institucional y personal. Cada vez que debíamos interactuar en distintos programas de colaboración lo hizo sin cortapisas. Conocí al equipo que le acompañó y conservó de todos ellos una magnífica impresión.

Las diferencias entre el sindicato magisterial y el gobierno estatal marcaron el sexenio. Por lo menos, serán uno de los rasgos fuertes. Concluyó Oscar Javier de forma abrupta y comenzó una segunda etapa, luego de una escalada de plantones en escuelas y oficinas de la Secretaría.

Jaime Flores Merlo, primero interino, luego secretario designado, fue otro colaborador generoso con el Instituto. Las relaciones se mantuvieron fructíferas con los nuevos responsables de las áreas con las que interactuamos. Ellos se van ahora, supongo, pero también me quedaron buenas sensaciones y algunas amistades apreciadas.

En ambos equipos encontré colaboración, respeto y fraternidad. A cada una de todas esas personas deseo el mayor de los éxitos en sus nuevas responsabilidades; a quienes continúen, que logren integrarse de manera satisfactoria con los jefes de áreas y rindan al máximo de sus capacidades, en un ambiente respetuoso.

La educación se concreta en las escuelas. En lo que hacen maestros y estudiantes, en sus relaciones, procesos y valores se fraguan los resultados. Son lo más valioso, el corazón de los procesos formativos. Lo que se piensa, implementa, acompaña, evalúa y rectifica desde las autoridades es un ingrediente indispensable para lograr que maestros y estudiantes cumplan sus funciones a cabalidad.

A las autoridades del más alto nivel en el estado les corresponde trazar el proyecto educativo, y si lo hacen bajo una perspectiva democrática (no puede esperarse otra en un gobierno que se declara transformador), tendrán que recoger la participación genuina de la comunidad educativa, no como concesión bondadosa, sino como obligación. Hecho el proyecto, su comunicación es estratégica. Reinventar la comunicación social es urgente. Con las mismas recetas del pasado es improbable.

Atender a la diversidad de las escuelas, acompañar eficazmente, evaluarlo para mejorar, no para inventarse resultados pirotécnicos, son otros pasos. El desafío es monumental; podría resumirse en tres vías: garantizar el derecho a la buena educación para todos desde preescolar a la enseñanza superior, reimaginar el sistema escolar después de la pandemia y resolver los rezagos en pagos a maestros de varios subsistemas. Podría continuar. No es el momento.

Deseo que el adiós al sexenio educativo no sea sólo un hecho para las efemérides. Ojalá constituya el principio de un proceso auténticamente transformador. Si no es así, desde la sociedad lo demandaremos.

 

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