Al principio de la semana pasada recibimos un recado de la escuela de Juan Carlos: un pedazo de hoja sin distinción o formato especial. Preguntaban si el infante iría a clases este 9 de marzo; aclaraban que las actividades escolares podrían ser atípicas. Advertían que las maestras, base de la planta docente, podrían ausentarse y trastocar la jornada.
A propósito del recado, en la mesa hablamos del asunto. Mariana dijo, en primera instancia, que ella sí iría a clases; que sus maestras habían dicho que asistirían y, en consecuencia, sus amigas. No lo dudaba. Me sorprendió su respuesta y firmeza, por inesperadas, porque creo que estamos a tiempo de enviar o recibir mensajes contundentes.
Sin dilación abordamos el asunto. Expuse mis puntos de vista. Ella sabe, como su hermano, la situación de violencia contra las mujeres, y de violencia en general que vive el país; escuchan las noticias de la mañana mientras se acicalan. Es verdad que México nunca ha sido un paraíso de paz y hermandad, que hemos vivido episodios trágicos permanentemente, pero hoy la situación es insoportable, porque tenemos más medios de información y contención, más escolaridad y un panorama mundial como nunca. Y tenemos también, muchos, pocas ganas de soportar la indignidad.
Mariana dudó ante mis argumentos por su sentido del deber colegial. Apelé a la necesidad de la conciencia, de tener una perspectiva crítica, más allá de partidos políticos, lejos de mesianismos y fundamentalismos siempre peligrosos. Juan Carlos no dudo y saltó a la tribuna: yo no iré a clases; afirmó. Mariana meditó sus palabras y luego habló: tampoco yo.
Hoy 9 de marzo será un día distinto, especial. Tal vez un punto y aparte. Otra historia o, por lo menos, otro capítulo. Ojalá sea el fin de la negra noche, el principio de otro amanecer. No será sencillo. El 12 o el 13 de marzo no dejarán de morir mujeres, pero tal vez, en dos o cinco años, esta fecha sea recordada como el parto de una sociedad menos violenta y más amable.
No tengo duda: nuestros hijos ya son mejores y tienen un grado de conciencia mayor. Con que no los envenenemos o perturbemos, habremos hecho lo que nos corresponde. No estorbarles podría ser la colaboración más grande.
ROSARIO MORFIN
Muy bien amigo , saludos