Tengo por costumbre ver las noticias a las 6 de la mañana de lunes a viernes. A veces, un canal extranjero; la mayor parte, el noticiero de Leonardo Curzio. Durante varios años seguí a Javier Solórzano. Los cambios de Canal Once, con la nueva administración del gobierno federal, me hicieron abandonar la opción cuando se convirtieron en voceros.
En esos canales sigo desde temprano la evolución del coronavirus. Mis predicciones, que serán las de muchísimos, se cumplieron cabalmente: llegará a México, será una pandemia y conoceremos una experiencia inédita, distinta a todo, por la manera como el mundo se achicó, gracias o debido a la globalización y sus redes sociales.
Con el nivel de eficacia del gobierno federal se me trastocan las coordenadas. Cuando dice: “Estamos preparados”, no sé exactamente qué quiere decir. En Estados Unidos, campeones del pragmatismo, no lo dudaron y pronto fueron contundentes. Hoy hablan de cerrar fronteras a países, México incluido.
Con las deficiencias históricas del sistema de salud pública en México, ahora agravadas por las políticas gubernamentales de la 4T, se me nubla el optimismo. ¿Estamos preparados? Un país como China, capaz de construir un hospital que en nuestro país podrían tardarse años y terminarse con defectos, ha demostrado virtudes y flaquezas.
¿Qué pasará cuando el COVID-19 se instale en nuestras tropicales geografías? No quiero ni imaginarlo. Menos, cuando se propague en los estados más indefensos del país.El problema es irresoluble, por ahora. Pero si queremos aprender, tenemos un desafío para elaborar muchas conclusiones.
Uno de los espacios donde podría multiplicarse el coronavirus con facilidad es, por supuesto, la escuela, las más de 250 mil escuelas a donde asisten cada jornada más de 35 millones de estudiantes y unos 2 millones de trabajadores. Con ellos, los papás y mamás; es decir, casi todos los habitantes. No digo nada extraordinario, claro.
¿Los papás, las mamás, los maestros y directores, tendremos la entereza para cumplir el papel correspondiente? ¿Seremos lo suficientemente responsables? De que podemos, no tengo duda; de que tengamos voluntad, no soy tan optimista.