Para la lectura dominical elijo “Analectas”, de Confucio. Es un libro que leo de a poco, sin prisa; a veces con más interés. Hoy, entre las primeras páginas del capítulo 11 encuentro un pasaje y me detengo: “El Maestro dijo: Yan Hui no me sirve: todo lo que digo le agrada.”
Lo releo mientras observo el ventilador en el techo. Asocio la idea a distintos ámbitos: al curso que imparto en la Universidad sobre gestión de instituciones educativas; ahí aplica, pienso. Luego en otros dos o tres campos, y aterrizo en el gobierno. En Colima pronto conoceremos los nuevos equipos que dirigirán la administración pública, en los municipios y en el estado, entonces divago con el pensamiento de Confucio.
Sería fantástico que los equipos de trabajo con esa responsabilidad fueran los más capaces en el área donde se desempeñarán, y honestos, como pide el presidente de la República, pero también valientes, para encarar los problemas y los errores, para asumir las responsabilidades, para decirle a los gobernantes, a las gobernantes, no sólo lo que les agrade, sino también, cuando corresponda, lo que les contradiga y en algún momento enoje, pero que luego les haga recapacitar y tomar decisiones sensatas o enmendar desaciertos.
Guardarse opiniones para no ofender o molestar al superior es una forma de deshonestidad; por supuesto, podrían decir que es una manera de conservar el empleo. Pero con tacto, inteligencia y las palabras precisas siempre se puede argumentar y cuidar las decisiones del jefe. Eso creo.
Entre las primeras decisiones de los gobernantes o autoridades, en la administración pública o en las instituciones educativas, está la definición de sus equipos más cercanos. En esas elecciones ya se envían mensajes del talante y de los compromisos. Con ellas demuestran para quién y para qué gobiernan. Luego el tiempo, siempre sabio, confirmará.