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Vacaciones: oportunidad de aprendizajes

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Las vacaciones de verano son una pausa en la escuela o, en tiempos de confinamiento, un receso de las actividades a través de las pantallas. Pero no son una pausa en el aprendizaje, porque nunca dejamos de aprender, de lo bueno y de lo malo, de lo positivo y lo perjudicial.

Así como planeamos o preparamos el regreso a las clases, así podríamos hacerlo con la llegada de las vacaciones. Sería deseable, sobre todo, cuando en casa habitan niños estudiantes luego del segundo ciclo escolar en pandemia.

Por supuesto, las diferencias económicas de las familias condicionan mayores o menores posibilidades de distracción y aprendizaje. Algunas podrán salir del país o del estado, otras buscarán aprovechar nuevas fuentes de ingreso; para algunas familias y personas, la vida sigue su rutina, sin la escuela de por medio, preocupados por el pan de cada día.

Con el tiempo que dejan las obligaciones y buena voluntad, es posible, es deseable que los niños tengan algunas motivaciones extraordinarias, estímulos nuevos para el aprendizaje.

Nuestra sociedad, voraz y vertiginosa, líquida como la define Zygmunt Bauman, nos está robando esos pequeños o grandes placeres y entonces, no tenemos tiempo para perder el tiempo, que es uno de los sentidos profundos de las vacaciones, especialmente para los niños, aunque los adultos también necesitamos desconectarnos.

Vacaciones es tiempo de juego, del descanso, de cambiar actividades. Repito: pero este tiempo no tiene porque suspender las oportunidades de aprendizaje que ofrece la vida cotidiana.

A propósito de la pandemia, Francesco Tonucci, genial pedagogo italiano, ha sugerido que en casa hay posibilidades de aprender de otras formas, incluso divertidas: la cocina puede ser un taller, el área de lavado un laboratorio, el parque de la colonia un estadio de fútbol, y el papá o la mamá, niños de nuevo por un rato cada día.

No vamos a perder años, ni kilos, y nadie hará nuestro trabajo, pero tal vez volvamos a reír como hace mucho tiempo no lo hacíamos. Y ese gesto, tan simple y humano, podría marcarnos la diferencia entre un día que valió la pena y todos los demás que machacan nuestras ilusiones. No está mal probarlo.

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